Por Gloria Flores, Presidenta Fenassap e integrante de Unidad por Trabajo Digno.
En una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, las trabajadoras seguimos enfrentando importantes brechas laborales por razones de género (la diferencia entre las remuneraciones entre hombres y mujeres por el mismo trabajo alcanza el 28%), que persisten a pesar de los debates recientes y de los diagnósticos compartidos. Son parte de una estructura patriarcal, como un sistema de relaciones sociales, culturales e históricas de dominación de larga data que reproducen discriminaciones estructurales y sesgos.
Las mujeres siguen dedicando más tiempo a las labores de hogar y cuidados que los hombres: mientras ellas ocupan 5,2 horas del día en el trabajo doméstico y el cuidado de otros sin remuneración, ellos sólo dedican 2,4 horas. Esta desigual distribución de labores es una de las principales causas de otras brechas de género, porque las mujeres no pueden trabajar remuneradamente si no cuentan con apoyo en el cuidado de los hijos, por ejemplo. De acuerdo a estudios del Banco Central, en 2020 representó 26% del PIB, por encima de servicios financieros y minería, por lo que su valorización es un aporte fundamental al crecimiento económico.
Según la ONU, al ritmo actual el mundo se demoraría 275 años en alcanzar una plena igualdad de género en todos los ámbitos. Por ello, se requieren políticas públicas, acciones afirmativas, medidas de discriminación positiva para corregir las brechas y aumentar la participación de las mujeres en el mercado del trabajo, para que alcancen su autonomía económica. ONU Mujeres, por su parte, señala que si las mujeres participaran en la economía en la misma proporción que los hombres, el PIB global sería un 26% más alto en 2025.
En los últimos quince años en Chile la tendencia a la disminución de la brecha laboral de género, tanto salarial como de participación de las mujeres en el mercado del trabajo, se estancó. Para qué decir del retroceso en diez años de la participación laboral femenina durante la pandemia, dado que muchas mujeres debieron abandonar el trabajo remunerado para hacerse cargo de las labores domésticas y de cuidar a sus hijos y personas enfermas. Aunque el trabajo femenino comienza a remontar (52,5%), Chile sigue siendo el país con menos participación femenina de la OCDE.
En gran medida las mujeres trabajadoras deben enfrentar un doble rol social, trabajando remuneradamente en el ámbito público y desarrollando labores no remuneradas en el ámbito privado y de la familia. La inequidad en las tareas reproductivas y la alta carga de trabajo fuera (ganando menos que los hombres por igual labor) y dentro de la casa (sin recibir remuneración), se traduce en menos horas de sueño y descanso, cansancio, cuadros de estrés y otras enfermedades físicas y de salud mental.
El sector privado de servicios es mayoritariamente feminizado y las trabajadoras de la salud privada y del comercio tuvimos un rol presencial y esencial durante la pandemia. Es así que, gracias a la unidad sindical y a la capacidad organizativa previa a la pandemia, los sindicatos de la salud privada logramos que se convirtiera en ley el proyecto de 14 días de descanso reparatorio en reconocimiento a nuestra labor frente al covid, medida altamente anhelada dado el agotamiento y alza de licencias médicas producto de la alta exigencia profesional.
Como parte de las afiliadas a UNI Américas en Chile e integrantes de la agrupación sindical Unidad por Trabajo Digno, en el proceso constituyente anterior logramos la incorporación en el borrador de la Nueva Constitución el derecho al trabajo decente, la negociación colectiva ampliada, el derecho a huelga, la participación de las y los trabajadores en los directorios de las empresas, un órgano fiscalizador autónomo, entre otras normas.
En la iniciativa de norma que presentamos a la Convención Constitucional abogamos por la eliminación de toda forma de discriminación, especialmente en las remuneraciones entre hombres y mujeres. Democracia paritaria, igualdad salarial, reconocimiento al trabajo doméstico y de cuidados, conciliación entre la vida laboral y familiar, una vida libre de violencia y acoso, son algunas de nuestras reivindicaciones más urgentes. Tenemos la convicción de que la Nueva Constitución debe tener una perspectiva de género transversal en todo el texto, para contrarrestar la discriminación estructural que hemos sufrido históricamente las mujeres.
Este 8 de marzo las trabajadoras abogamos por la pronta ratificación del Convenio 190 de la OIT, instrumento legal internacional de protección a los y las trabajadoras de todas las formas de violencia y el acoso en los lugares de trabajo, que además puede ayudar a fortalecer las negociaciones colectivas de los sindicatos al aplicarse sus disposiciones en estos instrumentos.
Al comenzar un nuevo proceso constitucional en que podremos consagrar constitucionalmente los derechos humanos de las mujeres, exigimos un nuevo pacto por la igualdad y la equidad entre hombres y mujeres, que reconozca el aporte de las mujeres a la economía y que asuma la responsabilidad social de la crianza, el ámbito reproductivo y el cuidado como tarea compartida de la sociedad en su conjunto.-